top of page
CABECERA WEB.jpg

 Orden Militar de San Carlos

La Orden Militar de San Carlos, es una Orden de caballería, de carácter dinástico-estatal del antiguo Reino de Nápoles y Sicilia, fundada por el Rey Carlos VII de Nápoles (III de España) para recompensar los servicios prestados a la Corona por los soldados de los ejércitos de tierra y mar, así como conmemorar el fin de la Guerra de Sucesión de Polonia. El propio  Rey redacta, de su puño y letra, los Estatutos de esta Orden Militar y firma el Real Decreto de Fundación el 22 de octubre de 1738 en la ciudad napolitana de Portici, residencia de verano de los Reyes. La Orden está desde su fundación bajo la protección espiritual de San Carlos Borromeo.

En 1734, Carlos de Borbón, por entonces Duque de Parma y Plasencia (Italia), hijo de los Reyes de España Felipe V y de Isabel de Farnesio, tras vencer a los austriacos, en la Guerra de Sucesión de Polonia tomó Nápoles con la ayuda española, recuperando el territorio para los Borbones, siendo reconocido muy pronto por Francia (en virtud del Primer Pacto de Familia). En 1737 lo reconocieron también los Estados Pontificios y, a continuación, el resto de los Estados italianos. En el Tratado de Viena (1738) Austria lo reconoce como Rey de Nápoles y Sicilia a cambio de su renuncia a los Ducados de Parma y Plasencia.

Con el Tratado de Viena (1738) se ponía fin a la Guerra de Sucesión polaca. El Rey Carlos VII de Nápoles para conmemorar el fin de la guerra funda el 22 de octubre de 1738 la Orden Militar de San Carlos.

 

El 23 de octubre de 1738, el Marqués de Sala, Joseph  Borgia, por orden del Rey Carlos VII, envía una carta al Presidente de la Real Cámara de Santa Clara, Bernardo Tanucci, informándole de la constitución de la Orden de San Carlos y pidiendo su registro en la mencionada Cámara:

“Habiendose servido el Rey instituir y fundar, con su Real Decreto de la data de ayer, la nueva Orden Militar de San Carlos bajo las Leyes y Estatutos que prescribe, para condecorar con ella los Sugetos, que le sirven con fidelidad, valor, y zelo, en sus Exercitos, así de Tierra como de Mar; y almismo tiempo gratificar y remunerar sus propios meritos y servicio; Manda Su Majestad remitir a V.S. un exemplar del citado Decreto señalado de su Real Mano, y dirigo a esta Cámara de Santa Clara; afin que, enterada la misma, lo haga publicar, registrar, y conservar, en la Secretaría del Cargo de V.S., y notar en las demás partes, donde convenga, a perpetua memoria de esta Fundación. Y lo prevengo a V.S. para que la Cámara así lo cumpla.

Dios guarde a V.S. muchos años, como deseo.

Portici a 23 de octubre de 1738

El Marqués de Salas, Sr. D. Joseph Borgia.”

 

El Real Decreto de Fundación de la Orden Militar de San Carlos, dice lo siguiente:

 “Hemos tenido a bien  y resuelto, para gratificar los meritos y servicios de los Sugetos que nos han servido y sirvieren en adelante, con fidelidad, valor, y zelo, en nostra Tropas, así de Tierra como de Mar, instituir y fundar como en virtud de este Decreto sellalado de nuestra Real Mano, con toda la plenitud de nuestra potestad soberana de nuestra cierta conocimiento, y determinada voluntad instituimos y fundamos una Orden Militar, intitulada de San Carlos; afin que los, que fueren promovidos a ella, puedan bajo los auspicios y glorioso nombre de un tan grande Santo, emplear sus talentos, no menos que sus fuerzas, en la defensa y acrecentamiento de nuestra Santa Fe Catholica y con sus virtuosa acciones ilustrar la gloria de esta nueva Orden, y la reputación de nuestras almas.”

Carlos VII de Nápoles y Sicilia (III de España) a la hora de redactar los Estatutos de la Orden dejó muy claro que la Orden que estaba fundado quedaba unida al Rey y la Corona: “queremos sea perpetuamente anexo y unido a nuestra Corona”

En otro apartado del Real Decreto de fundación de la Orden San Carlos, el Rey explica como los caballeros de esta Orden, debían reunirse en la antecámara real para unirse al  Consejo de Oficiales y al propio Soberano para acudir a los actos litúrgicos de la Orden que celebraban en la Capilla del Palacio Real de Nápoles, en la festividades del Santo Patrón, San Carlos Borromeo en un principio y más tarde uniría a la Purísima Concepción; Pascua de Resurrección;  entre otras solemnidades, así como en los actos de cruzamiento.

En los Estatutos de San Carlos, se contempla que los caballeros deberán tener como principal objeto la defensa de la Religión Católica y procurar por todos los medios la conciliación de las enemistades entre los compañeros y jurar fidelidad inviolable y defender al Rey Gran Maestre.

El Real Decreto de Fundación de la Orden de San Carlos entró en la Cámara de Santa Clara el 23 de octubre de 1738. El 1 de abril de 1741 se solicita la aprobación de la misma al Papa Benedicto XIV. 

Desde su fundación hasta 1759, año que deja Nápoles el Rey para hacerse cargo de la Corona de España, la Orden de San Carlos continuó pensionando a los militares que volvían de las guerras y necesitaban de la ayuda económica de la misma, así como a los civiles que no tenían nada para comer, pues uno de los lemas del Rey Carlos VII era que “ningún súbdito pase hambre en mis dominios”

 

GOBIERNO DE LA ORDEN

En sus orígenes los miembros de la Orden no se dividieron en categorías, pero su número se limitó, por deseo del Rey, a cien personas. Todos ellos debían presentar sus correspondientes pruebas de nobleza, al menos que el Soberano eximiera de tales pruebas a aquellos que se hicieran merecedores por servicios prestado a la Corona.

El Gobierno de la Orden lo tenían cuatro personas: El Canciller; Maestro de Ceremonias; Tesorero y Secretario.

 

CONSEJO DE OFICIALES

Carlos VII, Gran Maestre de la Orden de San Carlos, organizó el primer Consejo de Oficiales y nombró a las siguientes personas:

 

Canciller, el Arzobispo de Tesalonica, Capellán Mayor del Reino.

 

Maestro de Ceremonias a D. José Fieles Collantes, Contador Principal de los Ejércitos y del Reino.

 

Tesorero a D. Juan Ángel Goyzuetta, Tesorero General del Rey.

 

Secretario a D. Felipe Méndez de Castro, Contador de la Real Casa de Nápoles y Sicilia. Eran competencias del Secretario el expedir todas las órdenes que comunicará al Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra, referente a la administración de la Orden; debiendo el citado Secretario de Estado hacer llegar al Rey todo lo que corresponda a la promoción de los caballeros y todo lo que conlleve las reales resoluciones para el gobierno de la Orden.

 

El Secretario de la Orden hacía llegar al Secretario de Estado las consultas, no de su competencia, sino también del resto de Oficiales, a fin de recibir por el mismo conducto las reales resoluciones de Carlos VII.

 

El Consejo de Oficiales, en ausencia del Rey Gran Maestre estaba presidido por el Secretario de la Orden. Los cuatro Oficiales juraban lealtad y fidelidad a S.M. el Rey y tenían la máxima condecoración de la Orden Militar de San Carlos, por decisión del Gran Maestre de la misma, el Rey de Nápoles y Sicilia.

 

Era tal la importancia que tenía la Orden de San Carlos en el Reino de Nápoles y Sicilia, que estaba anexa al propio Rey y toda la actividad giraba en torno al Soberano que como Gran Maestre de la misma, ordenaba lo que se debía hacer y a quien admitir en la Orden. Todas las resoluciones debían enviarse a la Real Cámara de Santa Clara para su publicación, archivo y registro.

 

FINANCIACIÓN

La financiación de la Orden de San Carlos corría a cargo, en su mayoría, de las aportaciones que el propio Rey hacia a la misma. También de las donaciones que los caballeros realizaban. No hay que olvidar que a la Orden de San Carlos pertenecía quien el Soberano proponía por los hechos realizados a la Corona o por gestas militares.

 

INSIGNIAS DE LA ORDEN

En los Estatutos de la Orden se contemplan la cruz de diario, el manto ceremonial y la cruz de gala.

 

La insignia de diario de la Orden consistía en una cruz con azucenas en los extremos y con un escudo redondo en el centro con la Imagen de San Carlos Borromeo, protector de la Orden, portando tres pequeñas cruces. La cinta era de color púrpura. Esta Cruz era igual para todos los caballeros, que la debían lucir prendida en la casaca en su lado izquierdo.

 

La vestimenta ceremonial de los caballeros era el manto de amoarre de color blanco con flecos dorados. Para la boda de los caballeros de la Orden el hábito era de amoerre blanco, con capa con flecos de oro, también de color blanco y la pista de caballo (que utilizarán en la investidura o función dedicada al Patrón) de la que colgaba una espada también de igual color.

 

Este hábito se utilizaba en las Solemnidades de Pascua de Resurrección y de la Purísima Concepción.

 

La insignia de gala, igual para todos los caballeros, era una cruz con lirios en los extremos y en el centro un escudo redondo con la Imagen de San Carlos Borromeo, Patrón de la Orden, teniendo cuatro pequeñas flores de lis.

 

 

INVESTIDURAS

Los cruzamientos de caballeros se celebraban en la Capilla Palatina de la Asunción del Palacio Real de Nápoles. S.M. Carlos VII estableció como debería celebrarse el recibimiento de los nuevos caballeros.

 

El Rey estipuló que las funciones religiosas, denominadas Capillas (públicas o privadas) se celebraran en  Pascua de Resurrección; Corpus Christi, Purísima Concepción, San Carlos Borromeo y los cruzamiento de caballeros,  A estas celebraciones acudía la Orden Militar de San Carlos en pleno.

 

El Rey Carlos VII estipuló que todos los caballeros, tanto Oficiales como profesos, debían acudir solo con el manto blanco. Se reunían en la antecámara real, donde junto con el Rey se trasladaban en solemne procesión a la Capilla Real. A la llegada a la Capilla, el Canciller de la Orden ofrecía agua bendita a todos los caballeros y al mismo Rey. Una vez el Rey sentado en su trono, a su lado se sentaban los caballeros profesos en bancos cubiertos con telas y sin respaldo. En frente de ellos se sentaban los componentes del Consejo de Oficiales. Al término del acto religioso, el Secretario daba lectura a la Real Cédula de entrada en la Orden de los nuevos caballeros postulantes. Caballeros que habían sido presentados al Consejo de Oficiales para su aprobación o no. Una vez aceptados por el Consejo se consideraba apto para pertenecer a la Orden Militar de San Carlos

Terminada la lectura de la Real Cédula de nombramientos, los caballeros, uno por uno, prestaban juramento delante del Soberano Gran Maestre y en presencia del Canciller de la Orden que al término del Juramento bendecía al caballero.

 

De rodillas y con la mano diestra sobre el Evangelio,  los postulantes prestaban el siguiente juramento:

 

Juro vivir y morir en la Sagrada Religión Católica y defender el Misterio de la Purísima Concepción de la Bienaventurada Virgen María; No emplearé directa ni indirectamente en nada contrario a la acendrada lealtad que debo a S.M. el Rey/Reina legítimo de Nápoles y Sicilia (nombre del Soberano); proteger a los leales y cuidar del auxilio de los pobres, enfermos y desvalidos, singularmente de los individuos de la Orden que hoy me admite en su seno.”

 

Tras el juramento el Maestro de Ceremonias le imponía el manto blanco y le acompañaba, junto al padrino delante del Canciller, quien le impartía la bendición. Más tarde y guiado por el Maestro de Ceremonias y, sin la presencia del padrino, lo presentaba a S.M. el Rey Gran Maestre de la Orden quien le prendía la Cruz y decía: “Sed recibido en esta nuestra Orden por muchos años”, eran las únicas palabras que pronunciaba el Rey como Gran Maestre de la Orden a lo largo de la ceremonia. Tras el beso del anillo del Rey, pasaba a formar parte de los caballeros profesos.

 

Terminada la Capilla de Investidura, en el mismo orden de entrada, la Orden Militar de San Carlos procesionaba por las galerías de Palacio hasta la antecámara real donde se terminaba la Investidura y los nuevos caballeros recibían la felicitación del resto de miembros de la Orden.

 

Hasta el momento no hay ningún documento  que certifique si estas Capillas Reales de Investidura  eran públicas o privadas

Tras las muertes sin descendencia de los Reyes Luis I y de Fernando VI de España,  la corona recayó en el Infante Carlos de Borbón, en ese momento Rey de Nápoles y Sicilia, donde reinaba como Carlos VII. lo que le llevó a renunciar a la corona de Nápoles y regresar a España donde reinaría con el nombre de Carlos III

 

El sábado 6 de noviembre de 1759, justo antes del mediodía, el salón del Trono del Palacio Real de Nápoles acogió el solemne acto de abdicación de S.M. el Rey Carlos VII (III de España) en favor de su hijo el infante Fernando, que reinaría como Fernando IV. El Rey en su trono y el infante Fernando a su izquierda, se puede ver en el cuadro del Museo del Prado de Madrid.

En el cuadro pintado por Joly Antonio en 1759 aparecen todas las principales personas del Reino de Nápoles y Sicilia, encabezados por Bernardo Tanucci, Ministro favorito de Carlos VII y Presidente del Consejo del Reino durante la minoría de edad del Rey Fernando IV.

El acto contó con la presencia de S.M. la Reina María Amalia de Sajonia, el Infante Carlos (futuro Carlos IV de España), el  Presidente de la Real Cámara de Santa Clara, Bernardo Tanucci, así como varios miembros de la Real Cámara; Consejo de Sicilia, Príncipes del Reino de Nápoles y Sicilia, entre ellos el de San Bartolomeo; Oficiales electos de Nápoles; diputados del Senado y la ciudad de Palermo, el Protonotario del Reino, el Consejo de la Regencia presidido por Bernardo Tanucci, quien fue el encargado de leer el texto de abdicación del Rey.

Con la abdicación del Rey Carlos VII (III de España) en favor de su tercer hijo, el Infante Fernando, menor de edad, contaba con 9 años en el momento de la abdicación, el Rey constituyó el Consejo de la Regencia presidido por el Presidente de la Cámara de Santa Clara, Bernardo Tanucci, quien dirigiría los destinos del Reino hasta la mayoría de edad de Fernando IV y su posterior cese por parte de la Reina María Carolina de Austria

Todos los caballeros de la Orden Militar de San Carlos desde 1738 hasta 1759 ejercieron su trabajo en la beneficencia militar, por expreso deseo del Monarca.

 

Carlos VII de Borbón y Farnesio, y su esposa María Amalia de Sajonia fueron muy queridos por sus súbditos y ellos trabajaron para ganarse ese cariño. Al poco de ser coronados, trajeron reformas y la modernidad a su nuevo país, logrando pronto la unidad del pueblo y el favor de este hacia sus reyes. Tanto él como sus descendientes lograron gobernar, reformar y modernizar el nuevo Estado, y además lograron lo que muy pocos gobernantes pudieron, que es el amor de los súbditos que ninguna otra dinastía tuvo en el curso de los siglos.

Con la abdicación de S. M. Carlos VII, la Orden Militar de San Carlos, por expreso deseo del Monarca pasa a manos del Príncipe de San Bartolomeo, quien desde ese momento se convertía en Príncipe Gran Maestre.

La Orden de San Carlos permaneció en la Casa Oneto hasta 1811, que al morir sin descendencia el último Príncipe de San Bartolomeo y Gran Maestre de la Orden, D. Giuseppe Oneto Lanza,, éste nombra heredero del título y todo lo que ello conllevaba, incluida la Orden, al Rvdo. D. Juan Andújar (clérigo), pasando así todo los Títulos a la Familia Andújar quien los posee con existencia pacífica hasta D. Rafael Andújar y Vilches quien recupera títulos y la propia Orden.

Desde 2012 la Orden Militar de San Carlos está en activo, realizando toda obra asistencial que está en su mano. Ayuda a otras Instituciones hacer frente a la situación que vivimos y procura por todos sus medios luchar contra la exclusión social y la pobreza.

 

bottom of page