El Papa ha roto su silencio sobre la persecución que sufren los católicos bajo la tiranía de Daniel Ortega en Nicaragua, pero no se puede decir que haya condenado la postura del gobierno de Managua.
“Quisiera expresar mi convicción y deseo que, por medio de un diálogo abierto y sincero, se pueda aún encontrar las bases para una convivencia respetuosa y pacífica”, fue la receta recomendada por el Santo Padre durante el Ángelus para superar una alarmante situación de acoso al clero nicaragüense por parte del sandinista Daniel Ortega.
El Santo Padre evitó cuidadosamente una denuncia directa o siquiera referencias a la esencia del problema, empezando su discurso: “Sigo de cerca con preocupación y dolor la situación creada en Nicaragua, que involucra a personas e instituciones”.
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